LA INMUNIDAD EN LOS PECES.

La inmunidad es un mecanismo de defensa basado en un atavismo nutricional. Dicho de otro modo, los organismos pluricelulares más primitivos debieron aprender a distinguir entre sus propias células y células que no pertenecían a su organismo a fin de no digerirse a sí mismos. Para que esto fuera posible seguramente debieron crear células especializadas que tenían la capacidad de crear algún tipo de elemento distintivo o de diferenciación.

La evolución llevó al perfeccionamiento de las funciones de éste tipo de células, las cuales se encuentran muy desarrolladas en los animales superiores o vertebrados.
En la actualidad el mecanismo inmunitario lo constituyen dos grupos de células de las cuales uno se encuentra en la sangre y otro diseminado por todo el organismo.

¿Qué es la inmunidad?
no es otra cosa que la capacidad del organismo para producir ciertas reacciones a la introducción en el cuerpo de microorganismos o material biológico extraño.

Pero el sistema inmunitario es más complejo, ya que cuenta con barreras físicas que, en los peces, están constituidas por la piel, la mucosa protectora cutánea o externa, y la mucosa gastrointestinal que recubre el tracto digestivo y que posee un pH tan bajo que impide la proliferación de cualquier tipo de microorganismos ajeno al sistema digestivo. La inmunidad, en síntesis, se debe a la acción de ciertas células especializadas que se localizan en la sangre y otras que se distribuyen en todo el cuerpo.

La Sangre: 
La sangre es un fluido muy complejo, compuesto por sustancias orgánicas y sustancias inorgánicas disueltas y en suspensión. También está compuesta por tres tipos de células denominadas glóbulos rojos (eritrocitos), glóbulos blancos (leucocitos) y plaquetas.

Los elementos figurados

Si tomamos una muestra de sangre y la colocamos en un tubo de ensayo evitando su coagulación, veremos que se separa en dos capas. Una capa superior, por lo general opaca y de color amarillenta que contiene proteínas coloidales y muchas sustancias disueltas. Recibe el nombre de plasma y ocupa el 55% del volumen total de la sangre.

La capa inferior contiene un elevado porcentaje de eritrocitos (glóbulos rojos) y escasa cantidad de leucocitos (glóbulos blancos) y plaquetas. Este conjunto se denomina elementos figurados.

De todos los elementos figurados los leucocitos son metabólicamente los más activos. A diferencia de los glóbulos rojos, estas células poseen la capacidad de salirse del torrente circulatorio hacia los espacios intercelulares, deslizándose entre las células de las paredes capilares.

Hay varios tipos de leucocitos cada uno de ellos con funciones diferentes. Es decir que son células especializadas en funciones específicas. Es más aún, dentro de los glóbulos blancos en general y de cada tipo en particular, existen grupos de células con un mayor grado de especialización.

No entraremos en esta página a analizar las funciones de los eritrocitos, plaquetas, plasma y otros componentes de la sangre. En cambio nos referiremos rápidamente a la función inmunológica de los leucocitos y, entre todos ellos, específicamente de los tres incluídos en el gráfico: linfocitos, monocitos y neutrófilos. Otros leucocitos no serán analizados, al menos en ésta página.

Este aspecto es muy importante ya que hace a la inmunidad de nuestros peces frente a las enfermedades y de alguna manera, podemos crear condiciones favorables para fortalecer el desarrollo de los anticuerpos si conocemos su metabolismo.

Todos los glóbulos blancos (o leucocitos) tienen la función de proteger el cuerpo contra la invasión de microorganismos extraños. Su poder de destrucción se basa en la capacidad (ya mencionada) de movilizarse fuera del torrente sanguíneo y de su capacidad para ingerir partículas extrañas. En general los más activos son los monocitos y los neutrófilos. Cuentan con unas prolongaciones protoplasmáticas denominadas pseudópodos que tienen la particularidad de envolver y destruir las partículas extrañas, incluyendo bacterias. Esta forma de ingestión se denomina fagositosis y se manifiesta, por ejemplo, de la siguiente manera:

En una herida por la que penetran bacterias,
los capilares se dilatan en respuesta al microorganismo invasor, llegando así más sangre al área afectada.El resultado es el aspecto rojizo que presenta el lugar, a lo que llamamos inflamación. Este proceso puede producirse también por irritación física o química. La circulación sanguínea disminuye en el área y se produce un exudado de plasma, glóbulos blancos y (a veces) algunos glóbulos rojos. Por un mecanismo de atracción, los leucocitos acuden a ese lugar, en particular ante la presencia de una introducción de bacterias. Grandes masas de neutrófilos rodean el lugar afectado, dispersándose y rodeando el área, englobando a los invasores y evitando la propagación de la infección. En algunas oportunidades se han contado cien o más bacterias dentro de un leucocito.

Los organismos que no pueden ser fagocitados pueden dar lugar a una infección y reciben la denominación de agentes patógenos. Enzimas específicas (digestivas o hidrolizantes) son las encargadas de destruir los organismos fagocitados. Sin embargo, algunos organismos pueden ser fagocitados pero no destruidos, de modo que pueden multiplicarse aún dentro del leucocito y dar origen a una diseminación del agente patógeno. Junto a los leucocitos se encuentran tejidos destruidos y algunos eritrocitos en medio del exudado, dando origen a lo que se denomina supuración o pus.

La inmunidad 

Ya explicamos a lo que se refiere el término inmunidad. El sistema de inmunidad (o sistema inmunológico) de los peces se compone de los leucocitos (o glóbulos blancos, en particular los linfocitos) y los macrófagos. Los linfocitos T parecen ser los responsables de la elaboración de las globulinas beta y gamma del plasma, así como de otras sustancias inmunológicas denominadas anticuerpos. También son responsables de la reconstrucción de los tejidos o cicatrización. Los organismos invasores (microorganismo y otros materiales biológicos) reciben la denominación de antígenos. 

Los anticuerpos son los responsables de la destrucción o inactividad de los antígenos. De este modo, podemos denominar antígeno a cualquier sustancia capaz de general anticuerpos. 

Podemos clasificar a la inmunidad en dos tipos: inmunidad natural y artificial. 

Inmunidad natural: es la resistencia a una enfermedad específica sin haber tomado contacto previamente con el agente causal. Esta inmunidad natural está determinada por la herencia, edad, sexo, nutrición e influencias ambientales. 

Inmunidad adquirida natural: es la que el individuo adquiere por haber tomado contacto con el agente causal. Cuando esto ocurre, algunos linfocitos B se transforman en células plasmáticas que sintetizan las moléculas de anticuerpos y otros permanecen circulando en el organismo como células memoria de modo que ante una nueva invasión del mismo antígeno, la respuesta sea más rápida y efectiva (a esto se denomina inmunidad humoral).

Inmunidad adquirida artificial: Se puede adquirir inmunidad mediante la introducción de antígenos atenuados en el organismo. Esto es lo que conocemos como vacuna. Los antígenos atenuados (y en algunos casos muertos) son poco patógenos pero tienen la capacidad de generar los correspondientes anticuerpos. De ese modo se toman bacterias, parásitos u otros microorganismos, se los somete a tratamientos físicos, químicos y luego de muertos o atenuados en su actividad patógena, se los introduce en el organismo para fomentar la creación de anticuerpos. De este modo, cuando los mismos microorganismos, pero en su forma patógena, se introduzcan al cuerpo del pez, los linfocitos B transformados en células memoria, tienen la capacidad de reaccionar en forma específica.

Teniendo en cuenta que la formación de la mayoría de los anticuerpos está relacionada al desarrollo del organismo en general y a las condiciones que favorecen ese desarrollo, son de fundamental importancia, en el caso particular de los peces, las características del agua, temperatura y nutrición en la etapa que va desde el estado de alevín a la fase juvenil. Mantenidos en temperatura óptima, pH y dureza adecuados y alimentados correctamente, los peces podrán desarrollar su sistema inmunológico en un período de tiempo que no es tan largo como parece. En las carpas juveniles bastan unos 20-25 días a temperatura de 20º C para favorecer el metabolismo celular relacionado con la inmunidad. 

En algunos Cíclidos (como en los Symphysodon sp.) parecen ser los padres mediante una sustancia segregada por su epitelio, los encargados de transmitir los anticuerpos durante algunos días. Esta sustancia suele ser el primer alimento que reciben los recién nacidos, y la ausencia de ese tipo de alimentación estaría restando una de las formas de inmunidad adquirida. 

Las barreras contra las enfermedades siempre tienen relación con las condiciones ambientales. En un acuario equilibrado, con peces bien nutridos y con temperatura e iluminación correctas para las especies que lo habitan, las enfermedades encontrarán en el propio organismo del pez una barrera muy difícil de atravesar. 

Por el contrario, las condiciones desfavorables del ambiente deterioran las defensas naturales, entorpecen la circulación de la sangre hacia las zonas atacadas (por estar ocupada en regular otras funciones vitales descompensadas) y finalmente los agentes patógenos logran vencer las barreras.  



Dependerá del acuarista, casi absolutamente, que sus peces no se enfermen.

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