Acuario Mediterraneo


El mar Mediterráneo es una especie de gran lago salado en contacto con los océanos en dos puntos, uno natural, el estrecho de Gibraltar, y otro artificial, el canal de Suez. Dada su amplitud comprende ambientes muy diversos. Normalmente se divide en dos cuencas, cada una de ellas formada por va­rias denominaciones del mar Mediterráneo: Baleárico, Ligur y Tirreno al oes­te de Italia; Adriático, Jónico, del norte de África, golfos de Sidra, Levante y Egeo al este. El mar Mediterráneo, además de la Europa del sur, baña tam­bién como se ve las costas de África del norte y las occidentales de Asia, ocupando una superficie total de 3 000 kilómetros cuadrados. Al ser un mar sustancialmente cerrado presenta condiciones químico-biológicas especia­les y diferentes de las oceánicas.



Características físico-químicas

El acuario marino mediterráneo posee características intermedias entre la pecera marina tropical y la de agua dulce: sobre todo requiere una menor es­tabilidad respecto a la primera, pero mayor respecto a la segunda. Además, los elementos morfológicos, como pueden ser la conformación y la profundi­dad de los fondos, o los geográficos, como la latitud, hacen que el ambiente del Mare Nostrum sea bastante variado. En el acuario los organismos anima­les y vegetales son capaces de soportar el mismo estrés a que están ex­puestos en estado natural, aunque obviamente las variaciones no deberán ser repentinas ni de gran entidad.
El agua de nuestro mar tiene una salinidad comprendida entre 35 y 38 %«(es decir, contiene de 35 a 38 gramos de sales por litro) y por tanto es algo más elevada que la de los océanos y la mayor parte de los mares tropicales. Esto es debido a su especial configuración geográfica de mar cerrado, en que el




Aumento de salinidad provocado por la evaporación se compensa fácilmen­te con frecuentes cambios de agua. En el acuario conviene utilizar agua ma­rina natural o artificial con una salinidad de 36 aproximadamente.
Ligado directamente a la salinidad se halla el valor de la densidad, que en el Mediterráneo varia entre 1 025 y 1 028, En el acuario, a una temperatura de 18-19 °C, debe ser de 1027-1028.
Otro valor a tener siempre bajo control es el del pH: los organismos que viven en el Mediterráneo están acostumbrados a aguas básicas, con un pH que varía entre 8,2 y 8,4. En el acuario lo Ideal es mantener este valor por encima o igual a 8,4; cuando el pH está comprendido entre 8,2 y 8,4, las condiciones de la pecera son estables y positivas para la especie; si desciende por de­bajo de 8,2, la situación comienza a hacerse peligrosa porque ulteriores dis­minuciones podrían provocar graves problemas a los animales.
La cantidad de oxígeno presente en el agua marina es, en general, menor que la que se halla disuelta en el agua dulce y, a temperatura igual, mayor que la que se encuentra en aguas con densidad más elevada. Desde el momen­to en que en el acuario la calda de oxígeno es Inevitable a causa del dese­quilibrio siempre existente entre animales y vegetales, es necesario provocar un movimiento que permita al agua superficial circular hacia abajo en la pe­cera. De este modo el líquido, pobre en 02, se elevará hacia arriba y, una vez enriquecido con el gas, volverá al fondo, donde podrá ser utilizado por los or­ganismos acuáticos.
Otro gas que reviste un papel clave en el acuario es el anhídrido carbónico. La cantidad presente en el agua marina es más que suficiente para permitir el desarrollo de todos los vegetales, por lo que, más que una carencia, con­viene tener bajo control un eventual exceso. Una elevada cantidad de C02 puede deberse a una aireación excesiva o a un desequilibrio entre el núme­ro de vegetales y el de animales, con predominio de los primeros.
Y, finalmente, daremos una mirada a la temperatura, siempre de fundamen­tal importancia en la ecología de un acuario. El acuario mediterráneo no pue­de mantenerse a temperatura ambiente, sobre todo porque durante el verano el agua se calentaría más allá del límite de tolerancia. El valor Ideal, tanto pa­ra los animales como para los vegetales, se sitúa en torno a los 18-20 °C: a temperaturas inferiores el metabolismo de los organismos se lentiflca, ha­ciéndolos más vulnerables a las Infecciones; a temperaturas más elevadas, los animales se enfrentarían a desequilibrios fisiológicos. Durante el Invierno es fácil mantener una temperatura baja en el acuario, ya que los valores del ambiente descienden por debajo de 22-24 °C, pero en verano es fácil sobre­pasar los 30 °C, y entonces se hace necesario utilizar un refrigerador. Tam­bién hay que evitar en lo posible los cambios térmicos bruscos, que pueden favorecer en los peces Infecciones difíciles de curar, cuando no fatales.

Fondo y decoración

Los materiales que se utilicen en el acuario marino mediterráneo deberán pre­sentar ciertas características; ser calcáreos en la medida de lo posible, de co­lor atenuado, sin asperezas, no tóxicos y resistentes al agua salada. Por lo que refiere al fondo, pueden utilizarse materiales de diverso tipo, de los cuales ofrecemos a continuación una breve lista con sus características principales. La arena coralina es acentuadamente calcárea y, si se coloca sobre un filtro de los que van bajo la arena, le permitirá al pH mantener estables sus valo­res. Es preferible escoger la de grano más grande, que impide el paso del agua, evitando así estancamientos antihigiénicos. De agradable efecto esté­tico, tiene el único inconveniente de que es demasiado clara.
La gravilla calcárea está compuesta de pledrecillas y detrito basto y contie­ne una menor proporción de sustancias calcáreas que la precedente.
Los guijarros calcáreos son de dimensiones mayores (2-3 cm) pero sueltan menos cantidad de sustancias «tampón». Al limitar el crecimiento de la po­blación bacteriana, este tipo de fondo está especialmente indicado para acuarios en los que sea necesaria una limpieza minuciosa y un ambiente es­téril (por ejemplo, peceras de cuarentena o de reproducción).
Los caparazones de bivalvos son muy calcáreos y baratos, y se pueden re­coger en la orilla del mar. A menudo, sin embargo, forman intersticios dema­siado grandes para un fondo biológicamente equilibrado.
Las piedras grandes (sólo las calcáreas, sin aristas cortantes y no tóxicas) proporcionan preciosos refugios a los peces del acuario.
Los ladrillos rojos pueden servir de soporte a los guijarros y demás materia­les con los que crear pequeñas barreras ricas en reparos.
Los jarrones y ánforas de terracota tienen un valor estético y también fun­cional como madrigueras para los peces.
También las rocas sintéticas, unidas con cola siliconada, pueden constituir estructuras útiles y decorativas.
Las rocas vivas son piedras herbáceas cubiertas de organismos que contri­buyen a mantener el equilibrio biológico del acuario, sobre todo si logran multiplicarse, acrecentando así la complejidad y estabilidad de los ciclos na­turales.

LOS ACCESORIOS

En los acuarios marinos se emplean algunos instrumentos que, aun no sien­do indispensables, pueden resultar de gran utilidad a la hora de mejorar sus condiciones ambientales.
La espumadera es un filtro químico que elimina del agua las proteínas y otras sustancias que puedan adherirse a las burbujas de aire. Este aparato consiste en un tubo de plástico transparente que contiene una piedra porosa: produce pequeñísimas burbujas de aire que, subiendo a la superficie, atra­viesan la columna de agua; el movimiento en dirección opuesta de aire y agua produce un contacto que favorece la oxidación de las sustancias noci­vas. Para funcionar, la espumadera debe contar con un aireador potente, ya que es indispensable llenar de burbujas la pecera y crear al mismo tiempo una veloz circulación del agua. La gran ventaja de tal instrumento es que ali­gera en buena medida la sobrecarga orgánica que se produce inevitable­mente en el acuario.
Otro aparato útil es el ionizador, que suele acoplarse a la espumadera, que hace de apoyo. El aire proveniente del aireador llega al ionizador, el cual, me­diante descargas eléctricas, transforma el oxígeno contenido en él en ozono que, como sabemos, es muy oxidante. Su acción se extiende no sólo a las sustancias en solución, sino también a las bacterias y los protozoos, matán­dolos en poco tiempo. Un inconveniente no despreciable es el hecho de que si el ozono se disuelve en el agua resulta muy tóxico para los organismos vi­vos; no es por tanto conveniente acoplar el ionizador a un aireador que a su vez esté unido a la espumadera, ya que el agua rica en ozono que sale del ionizador se difundiría por el acuario, provocando graves trastornos a los or­ganismos que allí se crían.

Las lámparas de rayos ultravioleta

La lámpara «UV» es un acceserio que emite radiaciones ultravioleta, rayos que resultan perjudiciales no sólo para los parásitos sino también para los or­ganismos acuáticos. Por dicho motivo, la lámpara de cuarzo se halla prote­gida por una cubierta protectora de cristal a través de la cual se hace fluir el agua de la pecera. Sus radiaciones, fuertemente energéticas, son capaces de matar en poco tiempo a numerosos microorganismos. Al estar el agua que sale de la cubierta libre de posibles parásitos se evita que se produzcan Infecciones entre los peces.
El único Inconveniente de estas lámparas es que tienen una vida limitada y una vez agotadas hay que sustituirlas desmontando la cubierta protectora externa.
Como en el caso del Ionizador, se aconseja al acuarlófllo usar este aparato sólo si tiene verdadera necesidad de él.

La vegetación




En el Mediterráneo la mayor parte de los organismos vegetales está forma­da por algas planctónicas o bentónlcas. Entre las plantas superiores la más común es la sidonia oceanica que forma aunténticos prados a una pro­fundidad que puede variar entre 5-6 y 35-40 metros. Entre las algas, y des­pués de la Caulerpa proiifera, la Halimeda tuna es la que se cultiva más fá­cilmente en el acuario, aunque no se reproduce; las hojas que brotan en el acuario son más pequeñas que las que crecen en estado natural a causa de la mayor luminosidad que se concentra en la pecera. Otra alga verde es la Acetabularia acetabulum, que coloniza los sustratos calcáreos en aguas tranquilas; en la pecera puede mantenerse el ciclo natural por medio de la luz y una buena oxigenación del agua. La Udotea petiolata es una alga verde.



Algas mediterráneas muy decorativas para el acuario son, de arriba abajo: la Padlna pavonlca, una especie del género Sargassum, y la Pseudollthophy- llum expansum.
que se adapta bien a fondos duros en zonas de sombra. Las cinco especies de Codium colonizan los fondos rocosos poco iluminados; en edad juvenil viven bien en el acuario si se les garantiza una buena iluminación y una fuer­te circulación del agua. La Padina pavonica es una alga parda que vive bien en lugares reparados, tanto en estado natural como en el acuario. La Sar- gassum vulgare se adapta con facilidad a acuarios con una buena ilumina­ción y suficiente movimiento del agua. La especie de alga roja más bella del Mediterráneo es la Pseudolithophyllum expansum, que en el acuario necesi­ta de una posición a la sombra.

Entre las plantas superiores encontramos en el Mediterráneo cinco espe­cies de zosteráceas. La Posidonia oceanica, endémica en nuestros mares, no se adecúa al cultivo en el acuario dadas las notables dimensiones que al­canzan sus matas. Las cuatro especies restantes son de dimensiones redu­cidas y, en presencia de una buena iluminación y escaso movimiento del agua, pueden cultivarse fácilmente en el acuario. La más especial es la Ha- lophila stipilacea, mientras que la Cymodocea nodosa, la Zostera marina y la Z noltii son parecidas entre sí.

LOS INVERTEBRADOS

En el Mediterráneo existen numerosísimas especies de invertebrados mari­nos pertenecientes a casi todos los grupos animales. En las páginas siguien­tes se describen las especies más difundidas y las que mejor se adaptan al ambiente del acuario.
Entre los cnidarios resulta especialmente bello el Condylactis aurantiaca (anémona dorada), cuyos tentáculos retráctiles pardo verdosos emergen del sustrato duro. El cuerpo, en cambio, casi siempre cubierto de sedimento, es de color blanco con rayas verticales anaranjadas o rojas. Otra especie perte­neciente al mismo grupo es la Actinia equina (tomate de mar), cuyo color ro­jo intenso le confiere animación a la pecera. Sus numerosos tentáculos son retráctiles y presentan verrugas urticantes en los bordes; se alimenta de pe­queños crustáceos y peces. Siempre a los cnidarios, y en el orden de los madreporarios, pertenecen dos especies apreciadas por muchos acuariófi­los: la Astroides calycularís y la Parazoanthus axinellae. Están intensamente coloreadas, la primera de naranja, la segunda de amarillo vivo con dífumina- ciones anaranjadas. Ambas son madréporas coloniales que viven adheridas al sustrato rocoso alimentándose de plancton. El mantenimiento de estas dos especies resulta bastante fácil incluso en acuarios de pequeñas dimensio­nes, mientras que la aclimatación en peceras de la Leptopsammia pruvotite- sulta a veces imposible. Numerosos cnidarios pueden ser recogidos directa­mente en la superficie de las aguas, si bien en el caso de las anémonas ha­brá que proceder con mucho cuidado para no dañarles su delicadísimo cuerpo, ya que en ese caso las veríamos morir en un breve lapso de tiempo. Algo que debemos recordar también es que no debemos criar grandes cni­darios junto con peces de pequeñas dimensiones si no queremos asistir a misteriosas desapariciones.
También algunas especies de poliquetos se adaptan bien al ambiente del acuario. De modo especial recordaremos al Sabella penicillus y al Spirogra- phis spallanzanii. El cuerpo del primero, una especie de tubo formado por nu­merosos segmentos redondeados dorsalmente y aplanados ventralmente, es grisáceo-amarillento; el rizo branquial, compuesto por 8-45 filamentos pluma­dos, puede ser rojizo o blanquecino, y rayado o con pequeñas manchas. En el Spirographis spallanzanii el cuerpo es cilindrico y grisáceo, mientras que la corona de tentáculos es variopinta: pardo amarillenta estriada de blanco, violeta, amarillo. Ambas especies necesitan de un discreto movimiento del agua y de la presencia de material orgánico (plancton vivo o seco) en sus­pensión.
En un buen acuario mediterráneo no debería faltar un ejemplar de Vermelus triqueter, un molusco bastante singular que vive en un tubo calcáreo. Agra­dece que se le pongan pequeños fragmentos de origen vegetal o animal en la embocadura de la concha. Otro molusco que se adapta a la vida en cauti­vidad es el Phylionotus trunculus. Vive en fondos rocosos: los ejemplares pro­cedentes de zonas profundas muestran franjas rojizas o azuladas, mientras que los que habitan a menores profundidades presentan una coloración par­do grisácea. En el acuario este animal se comporta como un estupendo «ba­rrendero» y vive mucho tiempo, reproduciéndose en verano.
La cría de crustáceos en el acuario comporta no pocas dificultades. En ca­so de que las características del agua no sean las adecuadas o les falten las presas suficientes, su. supervivencia se reducirá a unos pocos meses o sólo a algunos días. Como efectúan mudas periódicamente, despojándose de la vieja cutícula que se ha hecho demasiado estrecha para construirse otra a medida, es necesario que el pH del agua se mantenga en valores estables. Una especie muy difundida y simpática es la Palaemon serratus (quisquilla común o camarón), que presenta un cuerpo de color blanquecino surcado por numerosas estrías pardo rojizas en el abdomen y el tórax. Se alimenta de pequeños organismos (vivos o muertos), detritos y comida seca. Debido a su gran capacidad para descubrir y atrapar las partículas más pequeñas de de­tritos presentes en el fondo, contribuye con eficacia a la limpieza del acuario. Vivamente coloreado de rojo o naranja es el Dardanus rossor, crustáceo de abdomen blando cubierto por una concha que es sustituida con periodici­dad. La particularidad de este habitante de los mares consiste en que cubre su «morada» con algunas anémonas urticantes de la especie Calliactis para­sítica.
Al grupo de los equinodermos pertenecen numerosos animales muy diferen­tes entre sí: los Crinoideos, las holoturias, los ofiuros, las estrellas y los erizos de mar. Todos ellos son marinos pero presentan costumbres muy diferentes. En el acuario necesitan aguas con valores físico-químicos apropiados (a cau­sa de su curioso sistema de circulación del agua en el interior del cuerpo), temperaturas no muy elevadas y una alimentación adecuada. Entre las estre­llas de mar está muy difundida en los acuarios mediterráneos la especie Cos- cinasterias tenuispina, que posee agrupaciones de espinas en su parte dor­sal. La coloración varía del blanco, manchado de azul, al rojo púrpura con puntitos pardos, y al azul con manchas pardas. Es importante recordar que es una voraz predadora de moluscos, que llega a tragarse enteros cuando son de pequeñas dimensiones. Muy común en el Mediterráneo (por lo que no puede faltar en nuestro acuario) es la Echinaster sepositum, llamada estrella roja por su color rojo anaranjado. No plantea especiales exigencias, fuera de que necesita que la temperatura del agua no supere los 20-25 °C.La Ophioderma longicaudum, estrella serpentina lisa, es uno de los ofiuros más difundidos en el Mediterráneo. Su coloración varía, pero por lo general es parda con manchas oscuras en el cuerpo y tiene anillos oscuros en los tentáculos. Vive bien en el acuario, pero cuidado, es una peligrosa predado­ra de todos aquellos invertebrados que tengan dimensiones parecidas a las de su cuerpo. La Antedon mediterránea es un crinoideo conocido por los acuariófilos con el nombre vulgar de clavelina. Su coloración varía del rojo al violeta, el rosa y el blanco. En el acuario no crea problemas siempre que el agua esté muy limpia, la iluminación no sea demasiado intensa, la tempera­tura no sea inferior a 20-23 °C y el nivel de oxígeno sea el óptimo. Finalmente citaremos al Sphaerechinus granularis, llamado también erizo violáceo. Su color predominante es el violeta, pero el extremo de sus acúleos es blanco. Se alimenta de detritos y algas: por ello puede destruir la vegetación del acuario en breve espacio de tiempo.


Los peces

Ante todo es preciso disipar la creencia de que las especies tropicales son más bonitas que las mediterráneas. Nuestro mar es muy rico en fauna y al­berga también a animales procedentes del Atlántico y del mar Rojo. Una es­collera del Mediterráneo resulta tan variopinta e interesante como un arrecife coralino.
Para criar con éxito a las especies mediterráneas nuestro acuario debe con­tar imprescindiblemente con un aireador, de lo contrario nos arriesgamos a provocar una auténtica mortandad en el verano por exceso de calor. También nos servirá nuestro acondicionador general de aíre siempre que sea lo bas­tante potente como para impedir que el agua se recaliente. En ese caso, po­demos criar especies robustas de las que viven cerca de la superficie, don­de la temperatura del agua alcanza en verano los 23-24 °C. Y si le proporcio­namos también a nuestro acuario una buena oxigenación, típica de las regio­nes superficiales batidas por las olas, los peces podrán vivir mucho tiempo.



Documento PDF: Acuario Mediterraneo 

Tomado de: El gran libro de los acuarios.


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